jueves, 13 de diciembre de 2007

Pa mi

domingo 20 de mayo de 2007

Arpegios

A veces, cuando no sé qué decirte, me quedo callado. Es un silencio impuro, manchado de ultrasonidos y gritos de agitación. A veces, cuando tocas un nervio virgen en mi cuerpo. Te tomaba como el aire. Cristalina, cambiante, fluida. Te tomaba como el aire sobre mi rostro, el que no se puede ver; sólo sentir. Entonces te sentía como el aire, como un suspiro, como unas ganas de respirar profundo y caer dormido. Te sentía mis ganas de respirar.
Entonces despertaba y por mil instantes, desesperaba. No sabiendo qué decir, se agotaban las palabras y más valía no respirar. En el silencio infinito de miles de sonidos; en la mente de los actos, de las historias contadas una y otra vez desde el arcón de los recuerdos. Una y otra vez, hasta el cansancio. Hasta el hartazgo de escuchar. Cuando empezabas a hablar.
Esa voz, equidistante. La voz de un silencio impuro y el hálito del ángel. En la carcaza de mi cuerpo, en la mente, entre rechinidos de un alma usada. Ahí, entre escondrijos, espera la noche para salir en un chiflido. Como madera hinchada descansada de sol, como el sol, el sonido suave emerge, sin palabras; sólo el sonido suave; y descansa el cuerpo, suspendido en el aire que respiro, con los ojos cerrados, sin decir nada más que nada.

El sonido, tu voz, la nada.

Sin decir hola, sin decir adiós, sin escuchar una sola palabra.

Para Cirantis.

Te quiero, niña.

3 comentarios:

María dijo...

No te quejarás, que bonito lo que te han escrito :D

Espaciolandesa dijo...

Yo sé quién fue... jijiji.

Anónimo dijo...

simplemente encantador aaaaaaa!!!1